
COMUNIONES PRODIGIOSAS
© 2006, Edizioni San Clemente
urante la estadía en Proceno, la dominica,
Santa Inés Segni, iba a veces al huerto del
monasterio para rezar en soledad bajo un árbol
de olivo. Un domingo, al despuntar el alba, per-
maneció inmersa en la oración, sin darse cuenta
del tiempo transcurrido. Sólo después se acordó
que era día festivo y que debía escuchar la Santa
Misa en el coro. Pero un Ángel del Señor se
acercó llevando consigo la Hostia inmaculada
para darle la Comunión. Este hecho se repitió
sucesivamente.
l biógrafo de Santa Clara de Montefalco
testimonió en los actos del proceso de
canonización que “un día, Clara se acercó a la
Comunión sin la capa. La hermana Giovanna le
llamó duramente la atención, diciéndole: “vete,
no quiero que comulgues”. Escuchando estas
palabras, Clara se dio cuenta que estaba sin la
capa y sintió un grandísimo dolor. Regresando
a su celda, lloró amargamente. Y mientras estaba
bañada en lágrimas y rezando, Cristo se apareció
ante ella y luego de darle un beso, le dio la
Comunión, dejándola profundamente consolada”.
La Beata Angela de Foligno narró que
“una vez vio a Cristo en la Hostia, con el
rostro joven pero también, grande y majestuoso,
parecido a un rey. Parecía que, sentado en el
trono, tuviese en la mano algo que fuese como
un signo de mandato […]. Entonces, cuando
los otros se pusieron de rodillas, yo no lo hice;
no sé bien si corrí hacia el altar o si no me pude
mover por el gusto y la contemplación. Probé,
luego, una gran tristeza porque el sacerdote
depuso demasiado rápido la Hostia sobre el altar”.
Una de las Misas milagrosas de San Gregorio Magno en la
que aparece Cristo crucificado (Tier Museo Diocesano)
El cuadro representa a Santa Francesca Romana junto con algunas
hermanas en estática admiración ante la Custodia que irradió luz.
Pordenone (Museo cívico de arte)
La gran mística, Teresa de Avila, gozaba de frecuentes visiones
celestiales durante la Santa Misa
D E L